Sí que pierdes cierta particularidad personal, pero ganas la común. Me explico: alguien con un uniforme toma prestados los valores típicos que llevan consigo las estrellas de un militar, la porra de un policía o la manguera de un bombero. Es una manera rápida y sencilla de ser alguien diferente a lo que eres normalmente. Unas veces impondrás (un guarda de seguridad), otras quizás resultes más sexy (una azafata). Una minifalda también ayuda en estos casos, je.
Cualquier cosa que enriquezca la imagen que cada uno desprendemos es un punto extra en las relaciones. El viernes pasado fui a ver un monólogo de Bermúdez, seguro que lo conoces. En la tele tiene un "perfil bajo". Acostumbra a hacer de perdedor. En el escenario, siendo el centro de atención de todos los que estábamos allí, ganaba mucho. O al menos no parecía feo. Una amiga lo explicitó de esta manera: "Yo me lo tiraba". Eso sí, lo dijo casi pidiendo perdón. Ser famoso, actor y tener un público a sus pies creo que debía de hacerlo atractivo.
Siempre he pensado que era propiedad femenina entronar los valores extra de la personalidad. Una profesión interesante, una habilidad especial (tocar la guitarra) o simplemente un buen coche a veces me han parecido suficientes para ligarte a alguna.
Sin embargo, un día después del monólogo conocí a una camarera. No recuerdo si la sensación de belleza era real. Pero verla detrás de la barra la hacía inalcanzable. Tanto que me temblaban las piernas cuando me dio su número de teléfono. Ahora pienso que no era tan guapa, aunque en aquel momento también dije eso de: "Yo me la tiraba". Claro que esta vez un avezado añadió: "Muy bien Colón, has descubierto América". En todo caso, hubo amor, aunque no sé si me enamoré de la barra o de ella.
lunes, 5 de noviembre de 2007
El punto extra
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