jueves, 17 de enero de 2008

¡Por fin!

¿Podrá ser hoy el día? Después de mucho tiempo creo que esta noche he conseguido quedar con aquella chica de la que hablé. Sí, la que nos dejó tirados a un amigo y a mí (y no era la primera vez que ocurría), una desvergonzada, egoísta y ególatra. Me ha costado bastante y ha sido un pulso constante entre ella y yo. Es la primera vez que me aproximo a alguien siguiendo unas pautas prefijadas. Algo que las mujeres -y los ligones- suelen hacer de manera instintiva. Ejemplo: antes de que ella me diga que no puede quedar, soy yo el que se lo digo. Antes de que ella me deje de hablar en el messenger, soy yo el que lo cierra sin avisar. Antes de mandarle un mensaje tras perder varios días el contacto, soy yo el que espero a que lo mande. Y funcionan. Ya lo creo.


Estoy aprendiendo que la decisión, la determinación, la independencia en las decisiones e incluso un poco de mala leche son infinitamente más útiles que la complacencia. Una personalidad fuerte es atractiva. Alguien que dice lo que quiere y cuando quiere, que tiene sus propias convicciones y valores y lo demuestra a cada momento, es un diamante en bruto. Si digo o hago algo que parece que podría molestarle no me lanzo rápidamente a disculparme. Mantengo mi posición. Seguramente Dalith esto que te estoy diciendo es obvio para ti y para tantas otras personas. Ahora bien, me gustaría saber cuántos chicos siguen a rajatabla estas pautas. Cuántos se mantienen firmes cuando la chica a la que quieren conquistar les hace dudar. Somos débiles porque el mundo funciona de esta forma: te gusta una chica, ve a por ella. Pero la indiferencia es un arma mucho más poderosa.

Llegados a este punto he conseguido crearle confusión, inseguridad y curiosidad. ¿Quién es este chico que me dice que no varias veces? ¿Cómo se atreve? ¿Cómo es posible que no me escriba? No lo entiende. Le duele su orgullo, no está acostumbrada. Y le puede la impaciencia. ¿Será que no le gusto? ¡No es posible! Y me manda un mensaje a las tres de la mañana: "¿Has salido? ¿Nos vemos?". Y no le contesto. Alguno pensará ¡es una locura! va a mandarte a la mierda de un momento a otro. Pero no. Se enfada, más todavía cuando mi disculpa es indiferente ("lo siento leí muy tarde el mensaje y ya se me olvidó"), deja de hablarme... pero no puede evitarlo. Un espíritu libre, por fin. Y vuelve a buscarme.


Vale, sí, ahora hay que dar la estocada en persona. Y eso es lo más difícil.

ACTUALIZADO:
Una hora antes de la cita me manda un mensaje diciendo que le da mucha pereza... Consigo que no se eche atrás: ("¡Venga vale, nos vemos esta noche!") pero media hora antes vuelve a escribirme: "Es mejor que me quede en casa, estoy muy cansada, mañana te recompensaré". Es una genio. Lo ha vuelto a hacer. Yo me retiro. En serio.

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